De la gruta al Monte Meru
- mislatidosencadate
- 16 ene 2024
- 6 Min. de lectura

Como no puedo regalarles ni un diamante, ni una hebilla, ni un cristal, ni una rosa de oro, les regalo este cuento plagado de símbolos, pues a través de ellos expreso mis deseos para vos Elfina (Carolina Silva) y para Pedro Bolsón, (Pedro Valdés), los héroes de mi historia; porque ustedes me regalaron mucha, mucha alegría y renovaron y fortalecieron mi vocación; porque ustedes son la Piedra del Arca y entonces…ser pescadora de tesoros, Jardinera o alfarera vale la pena.
Hacía unos días que un grupo de alfareros, jardineros y pescadores de tesoros esperaban expectantes la llegada de unos seres especiales que venían de diferentes lugares y por diferentes caminos hasta la tierra fértil, donde hay una gruta en la que están estos guardianes, integrantes del Centro de Luz.
En la gruta, todo estaba preparado para recibirlos. Era el día indicado y la hora justa cuando decenas de niños y niñas grandes traspasaron el umbral de la dorada puerta. Entre ellos estaba Pedro Bolsón, sobrino nieto (“recontra”
tataratataranieto) de Bilbo Bolsón y Elfina, una pequeña de ojos expresivos, descendiente del Rey de los Elfos. Todos habían llegado hasta allí porque una VOZ les había dicho una y otra vez:
“¡Sigue, sigue a las estrellas que asoman
arriba en cielos fríos y empinados,
gira con el alba sobre la tierra,
sobre la arena, sobre los rápidos!
¡Lejos al Sur, y más lejos al Sur!
Busca la luz del sol y la del día…”
Y ellos escucharon la VOZ y así llegaron al lugar indicado.
El grupo de alfareros, jardineros y pescadores los recibieron alegremente y luego les pidieron que se sentaran en círculo. A cada uno le dieron una vasija llena de variadas semillas, además de diferentes objetos. Pedro recibió la llave de Thorin, de la que colgaba una cinta roja; y Elfina, un mapa en un pergamino azul. Una vez repartidos los objetos, los alfareros cantaron:
“Más allá de las frías y brumosas montañas,
a mazmorras profundas y cavernas antiguas,
a reclamar el oro hace tiempo olvidado,
han de ir.”
Y los pescadores profetizaron:
“Sostendrán alta la corona
tañerán otra vez el arpa
cantarán otra vez las canciones
habrá ecos de oro en las salas.”
Y también cantaron y profetizaron los jardineros:
“¡Alborozados correrán los ríos,
los lagos brillarán como llamas,
cesarán los dolores y las penas
cuando junto a Pedro y a Elfina,
la Piedra del Arca hayan recuperado.”
-¿La Piedra del Arca?- preguntaron a coro, preocupados-. ¿Tenemos que encontrar la Piedra del Arca?
-¡Somos tan sólo niños y niñas! ¿Cómo haremos?- interrogó uno de ellos.
-Para eso llegaron hasta este Centro de Luz, aquí se quedarán algunos años, junto a nosotros, preparándose para el viaje hacia el Monte Meru- les explicó una alfarera.
- Por eso a cada uno les dimos herramientas, objetos singulares que les permitirán crecer, fortalecerse, aprender y construir- agregó un experto pescador de tesoros.
Y una jardinera, en representación del grupo, les dijo:
- Las semillas que ustedes elegirán sembrar en esta tierra fecunda, fructificarán y nosotros observaremos las flores, producto de sus trabajos. Evaluaremos las formas, los colores, las texturas y, al término de cinco años, por cada flor que aportaron al jardín de la gruta, nos daremos cuenta si están preparados para emprender el viaje hacia el tesoro que les legó Thorin, Bardo, Bilbo Bolsón, el Rey de los elfos; no sólo a sus descendientes, sino también a todos los chicos y chicas que valoren el conocimiento y trabajen por un mundo mejor en el que todos puedan vivir en armonía.
-Al partir, nos dejarán el perfume y los retoños- afirmaron los guardianes.
Y así fue que, desde ese día, todos supieron de la nueva misión. Algunos, sin pérdida de tiempo, como Pedro Bolsón y Elfina, comenzaron a organizarse y a fertilizar aún más la tierra para sembrar sus semillas. Otros se tomaron su tiempo para meditar o para descansar del largo camino que habían recorrido. También estaban aquellos que primero quisieron pasear y divertirse.
Los que dedicaron mucho tiempo a la meditación, después no encontraban las vasijas con las semillas, algunos tardaron días hasta que las hallaron y pudieron esparcirlas. Quienes optaron por descansar, tuvieron tantos sueños que al despertar habían perdido noción del tiempo y no podían diferenciar la realidad de lo quimérico. Algunos se asustaron tanto, estaban tan confundidos, que prefirieron regresar. Un niño creyó que estaba en las aguas lóbregas del lago donde moraba Gollum, quien lo había convertido en su prisionero y cada día amenazaba con devorarlo. Después de un año creyó en lo que le decían los guardianes de la gruta, entonces se puso a plantar. Una niña estuvo meses sin sembrar porque en su sueño, una enorme y herida tortuga no la dejaba avanzar hasta que le sanara las heridas. Ella, cada día curaba las lastimaduras del animal; pero, cuando iba a buscar su vasija con las semillas, las heridas se abrían y ella tenía que regresar. Y los niños y niñas que se habían ido a pasear o a jugar, tuvieron muchas complicaciones. Dos niños y una niña estuvieron dos años sin poder salir de un laberinto que habían encontrado en las cercanías de la gruta. Mientras tanto, el “tatara recontra tataranieto” de Bilbo Bolsón y Elfina junto a otros pequeños hombrecitos y mujercitas observaban, cuidaban, plantaban y también elegían las simientes y el lugar donde pondrían los próximos granos. Cada día recorrían la tierra sembrada por ellos (a veces encontraban alguna maleza y la sacaban); dialogaban con los guardianes a quienes les preguntaban e informaban acerca de sus trabajos y también empleaban tiempo para volver a la realidad a los soñadores, para ayudar a que los meditadores ocupen también el tiempo en la siembra; en ocasiones, se vieron complicados, especialmente cuando se dedicaron a recuperar o a tratar de encontrar a quienes habían elegido el solaz.
Así, al cabo de cinco años, Pedro, la heredera del Rey de los elfos, hombres y mujeres (ya no eran niños y niñas) construyeron un hermoso, hermosísimo e inmenso jardín que embelleció la gruta con flores únicas. Era el momento de partir, entonces los guardianes les dijeron que segaran sus brotes y que con ellos hicieran guirnaldas que luego colocarían en sus cabezas y en otras partes del cuerpo, porque era momento de fiesta y hacia el Monte Meru debían partir hermosos y alegres. Un perfume exquisito se percibía en la gruta, y en las plantas del vergel, se veía los retoños.
Era hora de emprender el viaje, los alfareros, jardineros y pescadores de tesoros les pidieron que se pusieran en círculo para la despedida. En ese momento todos observaron que era un círculo más chico que el primero, a pesar de haber entre ellos nuevos integrantes; y en ese momento comprendieron lo que aquella jardinera les había dicho al recibirlos. Al igual que cinco años atrás, los guardianes del Centro de Luz y el mago Gandalf, que había llegado especialmente para esta ocasión, junto con varias águilas, entregaron objetos peculiares a cada uno. A todos, el taumaturgo les colocó blancas alas junto a los brazos. Tres pescadores, un alfarero y tres jardineras le colocaron a Elfina, en su larga y lacia cabellera, una preciosa hebilla de cristal, también le entregaron una rosa de oro. Mientras que cinco alfareras, una pescadora y tres jardineros pusieron en el pantalón de Pedro Bolsón, un cinto cuyo broche tenía un notable diamante; además, Gandalf le entregó un libro (y no era ni El hobbit, ni El Señor de los Anillos ni El Silmarillion).
Todos guardaron sus objetos, Elfina y el resto observaron y estudiaron muy bien el mapa; Pedro guardó cuidadosamente la llave de Thorin con la que él y el grupo abrirían la puerta secreta para ingresar al corazón de la montaña. Los guardianes les advirtieron que el viaje sería largo y dificultoso, que en el camino se encontrarían con trasgos, wargos y otros seres que tratarían de retrasarlos, detenerlos, asustarlos o destruir-los, pero que no temieran porque no irían solos, y además tenían herramientas.
Y un hermoso día, acariciados por el sol y acom-pañados por Gandalf y las águilas, emprendieron el vuelo hacia el Monte Meru.
Hacia el corazón de la montaña van
en busca de la gema blanca
hacia el corazón de la montaña van
con sus alas, con la llave, con el mapa.
“¡Sigue, sigue a las estrellas que asoman
arriba en cielos fríos y empinados,
gira con el alba sobre la tierra,
sobre la arena, sobre los rápidos!
¡Lejos al Sur, y más lejos al Sur!
Busca la luz del sol y la del día…”
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