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Pequeño hombre

  • Foto del escritor: mislatidosencadate
    mislatidosencadate
  • 19 dic 2023
  • 2 Min. de lectura










Homenaje a un pequeño hombre


Cada mañana, a trabajar se levanta,

enciende el fuego con yesca,

así comienza su jornada.   

Prepara un mate cocido, un pedazo de pan duro       

y a cuidar de la manada, antes que el sol, él se va. 

Ya por la media mañana emprende un nuevo camino,  

es que, de niño, el destino, le obligó a ser

todo un hombre.

Quizás muchos no se asombren, de éstas,

hay miles de historias, pero ésta, en mi memoria,

es como una eterna luz.

 

Él, cargando con su cruz, deja el rancho de adobe

única herencia del pobre,

y entre piedra y matorral hasta llegar al final,

a casa de su patrón donde trabaja de peón,

tiene un gran peregrinar.

Hasta la hora de almorzar cumple con su labor,                  

después lo espera el comedor,

que en toda escuela se encuentra.

¿A clase? Falta el imán, desearía no asistir.

Si vive en soledad, si nadie lo ha comprendido,  

¿Cómo encontrarle sentido a tan vacía enseñanza?

 En sus ojos, ¿qué esperanza?

¿cuáles sus sueños serán?

             

 En ellos hay solo penumbra; un triste y dulce mirar. 

 Debe cumplir los horarios, concluir con su faena.

 De la escuela a lo del amo nuevamente ha de volver.

 Tras cumplir con su deber y allí tomar la merienda,      

  Continúa con su senda entre piedra y matorral.

 

¡Qué lejos está su rancho! Casita de viejo adobe.

Así es la vida del pobre, mezcla de rosa y de gris.

Anochece, y él feliz, persiste en actividad.

La misma necesidad, el ser un hombre pequeño,

niño con gran empeño…

 

¡Qué mente! ¡Qué corazón!

 

En su casa es el patrón. Lleva el pan a quien lo trajo.  

Cuentan con su trabajo de pastor, estudiante y peón.

Por la noche soba sogas sentado en un tosco banco.

 

¡Qué paz envuelta en quebranto!

¡Qué voz tiene su mirada!

            

Vida no equilibrada, ¿por qué no le diste infancia?

Rebasa de ignorancia, también rebasa de amor.

Dale un poco de color a esta vida tan oscura.

Sed, tiene sed de ternura y deseos de jugar

 

¡Qué voz la de su mirada!

¡Cómo sangran sus palabras!

Le mataron su niñez. ¿No ha de sangrar en silencio?

Diez años. ¡Cuán indefenso! ¡Qué voz la de su mirada!

 

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