Federico García Lorca
- mislatidosencadate
- 20 nov 2022
- 1 Min. de lectura
La danza de la muerte

[…]
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Arena, caimán y miedo sobre Nueva York!
Cuando el chino lloraba en el tejado
sin encontrar el desnudo de su mujer
y el director del Banco observaba el manómetro que mide el cruel silencio de la moneda,
el mascarón llegaba al Wall Street.
No es extraño para la danza
este columbario que pone los ojos amarillos.
De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo
tenso que atraviesa el corazón de todos los niños
pobres.
[…]
No es extraño este sitio para la danza, yo lo digo.
El mascarón bailará entre columnas de sangre y de
números,
entre huracanes de oro y gemidos de obreros
parados que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin
luces,
¡oh salvaje Norteamérica!, ¡oh, impúdica!, ¡oh,
salvaje, tendida en la frontera de la nieve!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Qué ola de fango y luciérnagas sobre Nueva York!
[…]
Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos,
que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas,
que ya la Bolsa será una pirámide de musgo,
que ya vendrán lianas después de los fusiles
y muy pronto, muy pronto, muy pronto.
¡Ay, Wall Street!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Cómo escupe veneno de bosque
por la angustia imperfecta de Nueva York!
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